26/05/10

Reflexiones de una mente apendejada.

Creo que a veces se nos va la vida pensando en cosas que en verdad no nos llevan a ningún lado, nos la pasamos pensando en que vamos a hacer para nuestra siguiente jugada, que vamos a decir, que nos vamos a poner. Creo que esta sociedad esta sumergida en una decadencia de la que cada año (o mas bien, cada sexenio) es mas y mas difícil salir de ella. El problema es que a casi nadie le importa lo que sucede día con día, la gente ya esta harta de todo y de todos, creo que no es su culpa, lo que pasa es que solo se están adaptando a esta nueva era que nos tocó vivir. Es increíble (al menos para mi) ir en el colectivo, levantar el rostro y ver los ajenos rostros con los que rozamos todos los días, ver su semblante, su aspecto, sus ojos, algunos se ven tristes, otros cansados, otros enojados… yo simplemente los observo y me pregunto que tienen tan mal en su vida como para estar así.

A estas alturas ya me es muy difícil razonar como otrora lo hacía, el platicar con mis colegas, mis contemporáneos, mis amigos, mis no tan amigos, acerca de los pequeños detalles que endulzan, si bien no la vida, al menos el día de uno; El ir caminando por las calles y toparte con una flor creciendo en medio de los cuadros de las aceras, es increíble ver como y a pesar de estar en una ciudad dónde ya casi no hay lugar para EL GRAN VERDE, aún se esfuerza y toma su lugar, como diciéndonos “mira… aquí estoy!!!”. Recuerdo una ocasión que me quedé sentado en una banca que hay en medio de algunos edificios que funcionan como plazas comerciales; había un par de niñitas que corrían de un lugar a otro pidiendo una moneda a la gente que pasaba, regalando su mejor sonrisa, una tendría como 8 años, pero la mas pequeña, la que apenas llegaba de puntitas al pecho de su hermana mayor, tenía un semblante sencillamente hermoso, sus ojos reflejaban toda la inocencia que raras veces he logrado ver, ella corría junto con su hermana, pero lo hacía de una manera tan alegre, casi saltando. Me percate que su padre no estaba lejos de ahí, el vendía algunas flores, se las ofrecía a las parejas que deambulaban por esos lares, a las señoras, en fin, él si tenía el gesto amargo que refleja la necesidad, el hambre, la carencia; pero esta hermosa criatura, no sabe lo que es no tener, jamás ha tenido, ¿una muñeca?, ¿ropa?, creo que son cosas que aun no le interesan, aun no esta esclavizada bajo los preceptos de esta sociedad, aún es LIBRE.

Debo confesar que por un momento sentí envidia de aquella niñita, sentí nostalgia, sentí tristeza, por ella, por el hecho de que algún día se envenenará el alma así como nosotros lo hemos hecho. Resulta frustrante aceptar el hecho de que en esta sociedad cada vez son más aquellos que ya no creen en la buena voluntad de la gente y que vive desconfiada de todo, es increíble pero cierto que la gente esta mas acostumbrada a recibir una mentada de madre, a que les digan el buenos días.